“Escucha, hijo, las enseñanzas del Maestro”
(Prologo de la Regla de San Benito)
Todos los años celebramos a nuestro Padre San Benito, exaltando su santidad, sus milagros, su ejemplo, su Regla y su poderosa intercesión.
La Divina Providencia, en este año de 2021, nos regaló (a la Hna. Ivone Saldanha, Hna. Gleicy Kelly Rocha y Hna. María das Dores Paz) con una zambullida inesperada en la espiritualidad de San Benito, justo el día 11 de julio, en el Basílica Benedictina de Subiaco. Todo esto fue gracias a la bondad de un par de amigos de nuestra Parroquia, Bruno y María Franca Latini, aquí de Roma, quienes generosamente nos obsequiaron con este paseo.
Fue impresionante, aquella mañana, ver también la afluencia de jóvenes, niños y adultos, afrontando el fuerte calor y los desafíos de la subida del “Sacro Speco” para contemplar las maravillas que hizo el Patrono de Europa: “Escucha, hijo, las enseñanzas del Maestro”. Allí, donde todo comenzó, aún hoy, la presencia fuerte y real del Santo Patriarca sigue atrayendo a grandes y pequeños, letrados y sencillos.
Realmente fue una gracia estar en aquella gruta, donde el hombre de Dios, en silencio y en ayuno, durante tres años, se dejó transformar. La fama de su santidad se extendió y atrajo a muchos otros al seguimiento de Jesús. De hecho, Benito, totalmente apegado al Maestro Jesús, encarnó la Palabra en su vida, con tal certeza que atraviesa los siglos.
Tras la solemne celebración de la Santa Misa, celebrada por el Monje Ignacio de Loyola, recorrimos los corredores y salas contemplando, a través de frescos, la fuerza del hombre piadoso y recto, amante de la verdad y la fraternidad. Han pasado casi 1.500 años desde su muerte, pero su presencia, siempre vigente, en virtud de su Regla Evangélica, como un imán, invita a todos a sumergirse en la Divina Providencia que fue el motor de la vida de San Benito: En todo, Dios sea glorificado.
Benito, con su palabra y ejemplo, enseñó a la humanidad la primacía del culto divino, el Ora et Labora, y logró transformar el monasterio en un centro magnético capaz de conquistar, aún hoy, a muchos para el Reino.
Sí, el Dios de San Benito es el Dios sumamente amable, loable y digno de ser servido.
Al final de la tarde, nos dirigimos al moderno y hermoso Santuario de Nuestra Señora de Fátima, para colocar en las manos de María las necesidades de la Iglesia, de la Congregación y de nuestras familias con el Rezo del Rosario. Rezamos en particular por el Santo Padre internado en el Hospital Gemelli, por nuestras Hermanas y familiares enfermos.
Gracias, a la pareja de amigos, Bruno y María Franca, y gracias, Señor, por tu Providencia, que siempre está atenta, sosteniendo a nuestra fidelidad. ¡San Benito, ruega por nosotros!
Con el permiso de Monge Ignacio de Loyola, compartimos la homilía que pronunció en este memorable día:
Queridos amigos,
En este XV Domingo del Tiempo Ordinario, celebramos la Solemnidad de San Benito. San Benito es el Patrono Principal de Europa y el Patriarca del Occidente. San Benito nació en Nursia, en 480, y murió en Montecassino, en 547. Aquí [en Subiaco] comenzó su vida monástica, eremita en esta gruta.
Una frase que siempre me impresionó es esta: “Nada anteponer al amor de Cristo”. Y, al referirse a la Regla que escribió, San Benito afirma ser una: “Norma de vida evangélica”. Una vida llena de Cristo; una vida llena del Evangelio de Cristo. Dos cosas que San Benito recomienda a sus hijos monjes son: la oración y el trabajo manual. La oración como comida, como alimento de la fe. Es una comida para todos nosotros, no solo para los monjes. Trabajo manual para ganarse el pan de cada día, como decía San Benito, como también decían los apóstoles y los santos padres de la Iglesia. Dos cosas que se complementan.
“No poner nada al amor de Cristo”. Eso es lo que hizo San Benito. Y eso es lo que dice Jesús en el Evangelio de hoy: “Quien dejó su casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o campos por mi nombre, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna”.
“No poner nada al amor de Cristo”. Y la pregunta para todos nosotros es: “¿Qué dejamos nosotros por Cristo?” Lo más difícil de dejar es nuestra razón, nuestro orgullo, nuestra vanidad y arrogancia. Cuesta mucho dejar eso. Más que cosas materiales, es más difícil dejar las cosas del corazón. Lo dije muchas veces: “Todo apego es esclavitud”. San Benito quiere que seamos libres. Cuando estamos apegados a las cosas del mundo, no somos libres para seguir a Jesús. Y el mundo y la sociedad de hoy tienen sus discípulos, por eso es difícil dejar todo lo que el mundo nos ofrece. ¿Y qué ofrece el mundo? Riqueza, dinero, placer, ansia de poder. Cuando estamos presos a eso, no somos libres. Somos bestias. Aquel que obedece es libre. Aquel que es pobre es libre. Aquel que es casto es libre. Una palabra que está escrita en la Regla … Bien al principio, en el Prólogo: ¡Escucha! A veces no sabemos escuchar porque creemos que lo sabemos todo. Y cuando creemos eso, no sabemos nada. “Escucha, oh hijo – dice él – con los oídos del corazón”. Un abad español dijo que esta es nuestra tentación: ser maestros, siempre maestros y nunca discípulos. Y para ser discípulos de San Benito debemos comenzar la vida de esta manera, siendo discípulos …
¡Que María nuestra Madre sea para todos nosotros un ejemplo de fe, de esperanza y de amor para seguir a Cristo que siempre viene!
Además de esta visita al Monasterio Benedictino de Subiaco, la celebración de la Fiesta de San Benito, en nuestra Congregación, estuvo marcada por numerosos eventos que tuvieron lugar en diferentes Comunidades de nuestras Provincias.
Con mucho esmero, gratitud y amor a nuestro Padre San Benito, nuestras Comunidades, también a través de los medios de comunicación social, realizaron Novena, Triduo, Celebraciones Eucarísticas, Oraciones Comunitarias, transmisiones en vivo, publicaciones de varios textos… mostrando siempre la importancia de este gran Santo para nuestra Familia Religiosa y para la Iglesia y pidiendo su intercesión por nuestro mundo, de manera especial, por las necesidades que enfrenta la población mundial ante las consecuencias de la pandemia del nuevo coronavirus.
Oh San Benito, haz de nuestra vida sea también una verdadera liturgia. Que sepamos realizar con atención y cuidado, con sabiduría y equidad, con generosidad y ternura, con dedicación y entusiasmo, las relaciones fraternas para que “¡Nada, absolutamente nada, anteponga a Cristo!”. De hecho, debemos, con los dones que Dios nos concede, servirle siempre fielmente (cf. prologo).
¡Un abrazo en Cristo!
Hna. María das Dores Paz / Consejera y Secretaria general