El logo toma forma del pasaje del Evangelio de Juan 15, 9b: “Permanezcan en mi amor”, refiriéndose simultáneamente al tema mencionado.
La cruz es el símbolo de la máxima expresión del amor de Dios por la humanidad, un amor sin medida, libre e incondicional, en el que todos estamos invitados a permanecer.
La cruz nace de un árbol que, con sus ramas y hojas, quiere representar la vida de todo consagrado, es decir, la belleza de su vocación, la alegría en la vida fraterna y la profecía en el servicio gratuito hacia el otro.
El corazón – símbolo del amor por excelencia, colocado en el centro del logotipo, quiere ser el punto de partida de esta experiencia fundante que, a su vez, está sostenida por un esbozo de una “mano” que representa a la Divina Providencia, fuerza creadora, siempre presente en el mundo y en la historia.
Aquí el “permanecer” no es detenerse debido a un imprevisto. En efecto, es una parada deseada, un nutrirse para continuar, conscientes de ser guiados y sostenidos por la savia que genera y regenera la vida.
Por medio del Espíritu de Dios (el elemento que divide la cruz en dos colores) el consagrado es llamado a devolver al mundo el amor que Dios ha derramado sobre él, un amor que por su gracia y misericordia nos ha cambiado y nos ha salvado (cf. Ef. 2,4-5)
El deseo es que, permaneciendo en Su amor, el Capítulo General y los Capítulos Provinciales puedan realizarse guiados por la Divina Providencia, y el Espíritu de Dios que tiernamente transforma y hace nuevas todas las cosas, ilumina las decisiones y los pasos futuros del Instituto.
Hna. María Gilcéia da Silva
(Autor del Logotipo)