Roma / Italia, 18 de abril de 2021.
“Mira mis manos y mis pies: ¡soy yo! Tócame… ¿Tienen algo de comer?”
(Lucas 24, 39,41)
Queridas Hermanas y Formandas,
Cimentadas en el confiado abandono en la Divina Providencia, nosotras (Superiora General, Superioras Provinciales, Delegadas y Consejeras Generales), después de una semana de oración, estudio, reflexión e intercambio de temas importantes para nuestra Familia Religiosa, queremos enviar a todas nuestro Mensaje, como los discípulos de Emaús, que después del encuentro con Jesús en el camino y al reconocerlo “al partir el pan” (Cf. Lc 24, 30), vuelven a la Comunidad plenos de alegría para anunciar que Jesús resucitó.
Iniciamos nuestro Encuentro, desafiadas por las palabras del Papa Francisco: “En el mundo de hoy, con tantas heridas abiertas, ¿avanzamos con indiferencia? [o] ¿Somos como el Buen Samaritano?” (FT 64), y, por lo tanto, nos preguntamos cómo estamos próximas “del caído por el camino” (FT 68), que muchas veces es la Hermana que está a nuestro lado. La escena Evangélica del Buen Samaritano, fundamento del documento pontificio Fratelli Tutti, que nos acompañó durante esa semana, es una invitación a ser “misericordiosos para con los más frágiles” (FT 64), así construiremos un mundo nuevo. Todas nosotras somos llamadas a hacernos cercanas, “cuidarnos los unos a los otros, entregarnos con sinceridad a los demás” (FT 195), evitando el gran y “peor peligro: ¡no amar!”. (FT 92).
Motivados por las palabras proféticas de la Madre María Luisa Contotti, fuimos conducidas a una profunda reflexión sobre la vivencia de nuestro Carisma y de nuestra vida fraterna en comunidad y cómo estamos desarrollando nuestra Misión. Estas son sus palabras[1]:
[…] ciertamente debemos inventar algo nuevo. Pero, ante todo, hay una necesidad urgente de cambiar algo dentro de nosotras y en nuestras Comunidades, para arraigarnos profundamente en la espiritualidad y en el Carisma de la Congregación. Tornar más auténtica nuestra relación con Dios y nuestra oración, tornar más evangélica nuestras relaciones comunitarias y nuestro estilo de vida, y tornar más transparente nuestro testimonio. [Énfasis en negrito es nuestro]
Queridas Hermanas y Formandas, la vivencia consciente y activa de la herencia dejada por nuestras Fundadoras, que es nuestro Carisma, se realiza y concretiza a través de opciones discernidas y orientadas por el Espíritu Santo. A través de ellas seremos capaces de afrontar los desafíos, ser fieles a la memoria y actuar con visión de futuro, buscando siempre el bien de nuestros hermanos. No nos olvidemos de cuáles son las virtudes propias que componen nuestro Carisma y que somos llamadas a vivir y testimoniar cotidianamente, a través de nuestra Misión: Confiado abandono en la Divina Providencia, pobreza, amor al trabajo, oración, sencillez y humildad de vida, equilibrio entre la oración y el trabajo, la amorosa dedicación a la infancia y a la juventud y el espíritu de familia.
La vivencia fraterna en comunidad está impregnada de nuestras fragilidades humanas y relacionales, sin embargo, no debemos olvidar que somos llamadas a acoger esas fragilidades y también aquellas de nuestras Cohermanas, para abrirnos a la confianza, a la solidaridad y a la búsqueda común de nuevos caminos. Por otro lado, tengamos la certeza de que la gracia de Dios siempre nos acompaña y nos alcanza para que podamos vivir, con coherencia, los valores propios de la Vida Consagrada.
En esta línea de razonamiento, debemos recordar que no estamos solas. A nuestro lado, hermanos y hermanas caminan con nosotras, a menudo también llevando cargas pesadas. El Papa Francisco, repetidamente, nos dice que “¡solo nadie se salva”![2] Es necesario abrirse al otro, acoger, caminar juntos, sentirse corresponsables, buscar soluciones juntos, valorar, salir de sí mismo para ir al encuentro de aquella Hermana, de aquella empleada, de aquel niño, de aquel anciano, ¡porque todos estamos “en el mismo barco”[3] y el Señor tiene por todos un amor de predilección!
A partir de la página del Evangelio de este domingo, el Papa Francisco destacó tres verbos que, según él, “son verbos muy concretos”[4], de gran alcance en nuestra vida personal y comunitaria: ver, tocar y comer. Estas acciones vienen de encuentro de todo aquello que reflexionamos y compartimos durante esa semana. Al hablar de estos verbos queremos relacionar con nuestra vida y dejar que nos desafíen, llevándonos a un mayor compromiso y fidelidad creativa con nuestro Carisma, en nuestra misión.
Delante de la indiferencia y del egoísmo que muchas veces está presente en nuestra sociedad y en nuestras Comunidades, Jesús, sin rodeos, nos invita a ver y, ese ver, requiere una intención y una voluntad de nuestra parte, porque no basta con mirar, es necesario comprometerse. Según el Papa Francisco, ver “es uno de los verbos del amor”[5], pues, es el primer paso contra la gran tentación de seguir adelante y no ver al hermano caído. Entonces, Jesús nos invita a tocar y eso implica “cercanía, contacto, comunión de vida”[6], acogimiento, relación con Jesús y con el otro. ¡No basta con ver, es necesario tocar! En la parábola del Buen Samaritano, que abrió nuestra semana de Encuentro, ese extranjero “no se limitó a mirar al hombre que se encontraba medio muerto en el camino: se detuvo, se inclinó, se ocupó de sus heridas, lo tocó, lo cargó en su caballo y lo llevó a la posada”[7]. Esa es la actitud que debemos tener con los pobres, con los que sufren, con los excluidos, pues, estos son “la carne sufriente de Jesús”[8] que necesita ser tocada y curada. Finalmente, Jesús pide algo de comer. Cuando hablamos de esta acción, estamos hablando de algo esencial en nuestra vida: alimentarse, nutrirse, saciar el hambre. Infelizmente, alrededor nuestro, todavía hay muchos que mueren de hambre. ¿Nos toca esa triste realidad? ¿Qué hacemos? ¿Seguimos adelante, indiferentes? Por otro lado, el Papa Francisco nos dice que comer “cuando lo hacemos juntos, en familia o entre amigos (y, podemos decir, con las Cohermanas), también se convierte en una expresión de amor, una expresión de comunión, de fiesta…”[9] Festejemos, queridas Hermanas y Formandas, celebremos la alegría de vivir en comunidad, de compartir nuestro camino con las demás, de acoger y ser acogidas… celebremos la riqueza de nuestra diversidad, ¡en la vivencia de nuestro ser Benedictina de la Divina Providencia!
Delante de la pandemia que estamos viviendo, alabamos a Dios por el testimonio de nuestras comunidades en la búsqueda incansable y anónima de paliar un poco las graves consecuencias de esta pandemia. En la certeza de la Resurrección, expresamos nuestra solidaridad con las Hermanas que perdieron a sus seres queridos, y seguimos rezando por los familiares afectados por el Covid-19. Y, todavía, reiteramos el pedido de que todas continúen cuidándose, siguiendo las recomendaciones de las autoridades sanitarias locales. No perdamos la esperanza, porque “quien se abandona en Dios y confía, se lanza en las aguas profundas de la perseverancia y aprende que ‘¡cuanto más oscura sea la noche, más clara será el amanecer!’ (Dom Helder Câmara)”[10].
Con el Papa Francisco, consagramos a cada una de nuestras Comunidades y el mundo sufriente en las manos de María.
Oh María, siempre brillas en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Confiamos en ti, Salud de los enfermos, que junto a la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, Salvación del pueblo romano, sabes lo que necesitamos y tenemos la certeza de que providenciarás para que, como en Caná de Galilea, la alegría y la fiesta vuelvan después de esta prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos con la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dice Jesús, quien asumió sobre sí nuestro sufrimiento y cargó con nuestros dolores para guiarnos a través de la cruz, rumbo a la alegría de la resurrección. Bajo tu protección buscamos amparo, Santa Madre de Dios. No desprecies nuestras súplicas, nosotros que estamos en la prueba, y líbranos de todos los peligros, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén![11]
¡A todas ustedes, nuestro abrazo fraterno y los mejores votos de una feliz caminar!
Hna. Giovanna Morelli, Hna. Barbara Cristina Ferreira Britto, Hna. María José Barbosa dos Santos, Hna. Carolyne Mutambi Chiboli, Hna. Gleicy Kelly Rocha, Hna. María das Dores Paz, Hna. Ana María Gomes da Costa y Hna. Donata Montagnoli
Madre Lina Maria Girotto
Superiora general
[1] Carta de Madre María Luisa Contotti, 13 de mayo de 2007 (Prot. N. 682/07).
[2] Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia, presidido por el Papa Francisco. Plaza de San Pedro, viernes 27 de marzo de 2020.
[3] Ídem.
[4] Mensaje del Papa Francisco, Regina Caeli, 18 de abril.
[5] Ídem.
[6] Ídem.
[7] Ídem.
[8] REUNGOAT, Madre Yvonne. Perspectivas para una renovada fidelidad carismática en la gestión de las obras. Revista: “Consacrazione e Servizio”, noviembre y diciembre de 2020, pág. 36-44.
[9] Mensaje del Papa Francisco, Regina Caeli, 18 de abril.
[10] AZEVEDO, Ademir Guedes. Una espiritualidad cristiana en tiempos del coronavirus, 20 de abril de 2020.
[11] VÍDEO MENSAJE DE SU SANTIDAD el PAPA FRANCISCO con motivo de la Jornada de Oración y Ayuno. Santuario del Amor Divino, 11 de marzo de 2020.